viernes, 17 de septiembre de 2010

El embudo (I).

No creo que sea necesario explicar cómo funciona un embudo: una abertura de superficie amplia por un lado, destinada a recoger todo aquello que caiga en las cercanías (evitando así que alguna gota de líquido se salga del camino que le espera), y una abertura estrecha por otro, cuya función es dirigir todo lo recogido hacia un punto muy concreto del espacio.

A mí me recomendó ver la tertulia nocturna de los días entre semana en el canal Intereconomía una persona relativamente conocida en el entorno provida. Coincidieron las fechas con la emisión, en esta tertulia de un vídeo que seguramente conocen casi todos los lectores de esta bitácora, en el que un joven, haciéndose pasar por médico aspirante a ocupar un puesto de trabajo en un abortorio, entraba en el susodicho antro con una cámara oculta, grabando (que yo recuerde) una entrevista de trabajo de lo más particular (y siniestro) y las imágenes de un feticidio mediante inyección de sales de potasio en plena "sala de máquinas" de aquel barco de la muerte varado en plena capital de España.

Después del vídeo (cuya realización me sorprendió gratamente por la desacostumbradamente directa forma de mostrar la terrible realidad del día a día en España), escuché al presentador y tertulianos del programa hablar largo y tendido sobre la nueva ley del aborto que estaba preparando el gobierno socialista. Pasaban y pasaban los minutos y nadie hacía referencia a lo obvio: que lo mostrado en las impactantes imágenes del vídeo (aun con pixelación incluida) no estaba amparado por esa ley de la que tanto hablaban, sino por otra, vigente en ese momento y defendida a fuego y espada (que es como se mata a los nascituri en España, si lo piensan un instante) por el PP. Por supuesto, tampoco se mencionaba en ningún momento otra obviedad: que las imágenes mostradas en el vídeo habían sido rodadas en la capital de España, sita en una comunidad autónoma (que son las que tienen las competencias en sanidad desde el año 2002, merced a un gobierno también del PP) de cuya presidenta se podrán decir muchas cosas, pero no que milite en el PSOE, precisamente.

Por supuesto, no dejaban de llegar SMS al programa de aterradas almas lamentándose por la indescriptible crueldad del presidente del gobierno y la ministra de Igualdad, a quienes hacían responsables (sin que el gobierno central tuviese las competencias de Sanidad, ni estuviese aún aprobada la tan criticada nueva ley) de las terribles imágenes mostradas por el vídeo.

Algo mosqueado por lo que entendía como un clamoroso silencio selectivo (y quizás, interesado) que ya me resultaba familiar en cualquier medio afín al PP, apagué el televisor.

Pocos días después, me dispuse a ver de nuevo el programa de marras. Y hete aquí, de nuevo, la feliz coincidencia. Entrevista, para ir abriendo boca, a Mariano Rajoy. El presentador (el mismo de siempre) le hace una serie de preguntas sobre la nueva ley del aborto que prepara el gobierno socialista. Mariano Rajoy, como siempre ha hecho, defendió la, por entonces, legislación abortista vigente (la del vídeo mencionado, para que me entiendan) a la que consideraba (lo han adivinado) como "respetuosa con la vida" (con la suya, desde luego).

El presentador, que tan preocupadísimo se había mostrado días atrás por una ley que ni siquiera estaba en vigor, no mostró el más mínimo interés por la legislación vigente, ni señaló la obvia contradicción de considerar "respetuosa con la vida" la ley que permitía lo grabado por el vídeo con cámara oculta. En lugar de eso, le hizo al presidente del PP la pregunta estándar absolutoria (y sin necesidad de penitencia a cumplir) que, como pude comprobar más veces, y con posterioridad, en este mismo programa, se le hace siempre a los políticos de este partido después de haber defendido el aborto libre despenalizado, la experimentación con seres humanos en estado embrionario y el aborto con píldora:

"Bueno, pero usted...está en contra del aborto, ¿verdad?".

Don Mariano, poniendo cara de incredulidad incluso ("Ni a Fernando VII se las ponían así", debió pensar) tardó en rematar a puerta vacía, pero no desaprovechó la ocasión y empujó el balón al fondo de la red:

"Eh...sí, claro, sí. Por supuesto que sí".

Ante semejante entrevista no sólo me quedó claro qué era y para qué estaba Intereconomía, sino que me pareció (los hechos así lo confirmaron) un botón de muestra de las directrices en las que se basaría la campaña contra la ley Aído de los medios y organizaciones satélites del PP.

Poco después sintonicé el programa en cuestión con motivo de las autonómicas en Galicia y las Vascongadas en el 2009. Aparte de las entretenidísimas fotos de ministros y jueces cazando en Sierra Morena (y del barbudo nacionalista gallego en un precioso yate con la bandera de España), recuerdo el programa del viernes previo a las elecciones, en un teatro de Orense (creo recordar) y con el candidato del PP, Alberto Núñez (Feijóo, para los amigos).

El mensaje estaba claro: La, al parecer, promesa de Núñez de permitir a los padres escolarizar a sus hijos en español si así lo deseaban justificaba, por sí sola el voto a este candidato.

Lo que ocurrió después no es necesario mencionarlo. Promesa incumplida (aunque justo es reconocer que él nunca se comprometió a otra cosa que a derogar el decreto hasta entonces vigente, cosa que hizo) y esforzados luchadores por la libertad (léase "Galicia Bilingüe") que, de la noche a la mañana, pasaron a ser (como siempre ocurre en estos casos) "extremistas" (según palabras utilizadas por el propio Alberto Núñez).

¿Y qué hizo Intereconomía? Organizar una edición especial de la tertulia hídricofelina en un teatro (muy apropiado lo del teatro como escenario para este tipo de programas, para qué engañarnos) de Santiago de Compostela (creo), congratulándose de los grandes logros del ahora presidente de Galicia, y con los votantes aplaudiendo encantados al que nunca cumplió la promesa que nunca hizo, y a los periodistas que dieron a entender a todo el mundo que sí la hizo y que, sólo por ello, había que votarle (por cierto, éstos -votantes y periodistas- son los que luego se parten la caja riéndose de Hugo Chávez cuando hace "Aló, presidente").

Mientras tanto, de Gloria Lago, tan ensalzada antes en este programa y esta cadena, nunca más se supo (ya se sabe que, después de metido -el voto en la urna- etc, etc). Lo último que se ha oído de ella en los medios "comprometidos con la libertad" fue una aparición suya en EsRadio, en el programa de Luis del Pino (hace ya unas seis o siete lunas).

Semejante espectáculo de coherencia y fidelidad a unas ideas no hizo, como comprenderán, sino confirmar de nuevo lo que ya había inferido anteriormente.

Y, por ahora, no hemos hecho sino hablar del extremo estrecho del embudo. Algo en lo que Intereconomía no es nada original respecto a otros medios.

Lo que diferencia a Intereconomía de otros grupos mediáticos es el extremo ancho. El más ancho que han visto los medios de comunicación afines al PP en mucho tiempo. Y eso, claro está, tiene su razón de ser, y hablaremos de ello en otra entrada del blog, que ésta ya se ha extendido mucho.


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