jueves, 16 de septiembre de 2010

Revolution Street (VII): El Interpucherazo (Actualizado).

"Lo importante no es quien vota. Lo importante es quien cuenta los votos". Stalin.

Intereconomía, la cadena que tiene como emblema (tanto literal como figuradamente) el becerro de oro teñido de azul gaviota, ha organizado su propia versión de OT, en forma de concurso cuyo ganador compartiría mesa y mantel tertuliana en programas de la cadena (el de nombre hídricofelino, mayormente).

Gracias a los avisos e invitaciones recibidas en mi cuenta de Facebook, he podido ir enterándome de la trayectoria de uno de los participantes, Blas Piñar Pinedo, cuya elocuencia y oratoria, al parecer, son dignas de ser comparadas con el notario toledano de quien es nieto y con quien comparte nombre y primer apellido (y todo ello ahorrándome el castigo de tener que sintonizar la versión centrorreformista de La Sexta para estar al corriente, motivo por el que agradezco su sacrificio a mis amigos de Facebook).

El caso es que el pasado viernes, 10 de Septiembre fue la final del concurso (en el que se podía votar, como mandan los cánones de la democracia, al ganador mediante SMS a precio de botella de Vega Sicilia) y se anunció como ganador a Blas Piñar, para alegría de los que, con su mejor voluntad y su admiración por el orador en cuestión, le soltaron un buen dinero a la cadena de televisión y a algún operador de telefonía móvil.

Pero ya se sabe que la alegría democrática dura poco en casa del minoritario, y el lunes 13 de Septiembre le comunicaron al ganador del concurso que había habido un error, y que se designaba como ocupante del trono a un usurpador, de nombre (al parecer, y para variar) Juan Carlos. Los hay, además, que aseguran que, durante el fin de semana, ya se enteraron, por buenas fuentes, del destino que correría el resultado final del concurso; resultado, que, al parecer, no tenía el suficiente pedigrí demócrata y constitucional, a juicio de los popes de la cadena.

Hay otra versión de los hechos (y aquí un blog amigo los narra), según la cual (si la he entendido bien) Blas Piñar nunca habría sido el ganador del concurso (quizás, ni siquiera, con posibilidades de serlo), pero sus resultados habrían sido inflados para darle más emoción al asunto y motivar el envío (previo pago de diez veces su importe) de más SMS, especialmente por parte de la comprensiblemente eufórica extremaderecha (es decir: los que ahora piensan lo mismo que pensaban los que hace 30 años eran denominados como "centro político"), que verían más cerca que nunca la posibilidad de contar, en la mesa de su programa de televisión favorito, a alguien que pusiese algunos puntos sobre otras tantas íes.

Según esta versión, al pucherero (bella pucherera, quizás) se le fue la mano en este caso y, sin serlo, habría dado como ganador a Blas Piñar (quizás contando en su haber final los votos nunca recibidos, pero inicialmente atribuidos para mantener el suspense y, con él, el flujo de SMS), obligando posteriormente a la cadena a rectificar.

En cualquier caso, bien por anunciar falsos resultados para ganar más dinero con los SMS, o bien por quitarle el premio a su legítimo ganador (que ya se sabe que vivimos en un país libre y en el que todos nacemos iguales -los que consiguen nacer, claro-, siempre y cuando pienses de determinada manera y no tengas ciertos apellidos), se huele a la legua el engaño y el timo, y así lo lamentan ahora muchos que tenían a esta cadena por lo que no era.

Porque lo que ha ocurrido aquí, sencillamente, es que se ha cumplido, una vez más y como siempre, la impepinable ley de que el que con niños se acuesta, se levanta impregnado de un líquido, amarillento y oloroso elemento, por todos conocido.

Porque el problema que lleva a muchos, con toda su buena voluntad, a estar tan confundidos como para llamar a Intereconomía "cadena amiga" es, ni más ni menos, que su mentalidad guerracivilista.

Y digo "mentalidad guerracivilista" porque muchos, aún, siguen viendo la realidad política española bajo el prisma de la Cruzada, y a ver el espectro político, en el fondo, dividido en dos bandos idénticos a los que combatieron en la misma, llamando a uno "derecha" y, a otro, "izquierda". Y creyendo que, en la actualidad, ambos bandos están compuestos por los mismos que los componían entonces. Y no pueden estar más equivocados.

Al contrario de lo que dice la propaganda revolucionaria, los bandos no son derecha e izquierda, sino Cristo y el anticristo (anti, en griego, no significa "lo contrario de", sino "en lugar de"). Los bandos son, por un lado, los que afirman la supremacía de la Verdad y la Ley Natural en el orden político y jurídico, y, por otro, los que creen que es bueno que la gente imite a Adán y Eva y, prescindiendo de Dios y del orden natural de las cosas, se den a sí mismos las leyes que les dé la gana (aunque luego discrepen entre sí sobre si unas leyes son preferibles a otras).

Y es que, en la Cruzada, muchos no combatieron en "el-bando-que-no-era-de-izquierdas" por compartir convicciones con sus compañeros de trinchera (a los que poco antes despreciaban llamándolos carcas o fascistas en tono despectivo), sino por pura supervivencia; eligieron el bando que eligieron porque, mientras los de una trinchera estaban dispuestos a protegerlos, los de la trinchera de enfrente (los mismos a los que durante años perdonaron y disculparon una y otra vez para mantener viva su ficción de democracia liberal) querían aniquilarlos físicamente.

Y esta confusión lleva a muchos a ver un aliado en cualquiera que le lance una perdigonada dialéctica a un rojo (aunque sea un inofensivo pedo de monja), aplicando una lógica simplona y peligrosa que dicta que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo". Y a poner cara de sorpresa cuando sigue pasando lo que siempre ha pasado. Y, pensando según la propaganda revolucionaria "derecha-izquierda", asumir como cierto -aunque sea inconscientemente- el sambenito "dextremaderecha" y así, ver a la derecha (de la que les separa el abismo del "non serviam") más próxima que la izquierda (que, al fin y al cabo, comparte lado del barranco liberal con la derecha).

Pero de esto sacamos (mejor dicho, resacamos) dos enseñanzas: Por un lado, la particular visión de la democracia y el sufragio universal de aquéllos que los defienden como únicos dogmas de fe (junto a los máximos beneficios económicos a toda costa); visión muy similar, por cierto, a la del obeso y parlanchín presidente de Venezuela.

Y, por otro lado, lo que realmente es Intereconomía; algo de lo que parecen estar cayendo muchos en la cuenta durante estos días. Si es así, sepa Blas Piñar Pinedo que su esfuerzo no ha sido en balde.

Y, una vez más, como corolario, recuerda uno la preferencia de José Antonio Primo de Rivera por las balas marxistas, y su palmaria sentencia sobre el sino de la derecha:

Traicionar a los hijos de los hombres con una palmadita en la espalda.

Actualización: Blas Piñar Pinedo aclara que, tras una reunión, hoy, con la dirección de Intereconomía, ha sido finalmente confirmado como ganador del concurso. A la fuerza, ahorcan...

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